domingo, 30 de agosto de 2009

Ajena oquedad

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"... o tal vez fue ella la que sintió sus ganas de profundidad antes de que yo sintiera las mías, y las provocó en mí, haciendo de mi cuerpo un espejo perfecto del suyo ... antes de que mi mano hubiera pensado siquiera en llegar hasta allí y menos aún en entrar en un recinto donde nunca creyó que entraría. Ajena oquedad ... toda yo ardí al momento, arrasada por la bocanada de amor de un dragón enamorado, cuando su mano agarró la mía y la condujo sin dudas al mullido lecho de todos los sueños, a la caverna entre sus acantilados, la gruta que se inunda, salada, cuando nada, ni la luna siquiera, puede contener los flujos de las mareas..." (La vendedora de tornillos o el tratado de las almas impuras, de Pilar Bellver).